“honrarás a tu padre y a tu madre”. Sí, pero ¿hasta dónde?

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  • “honrarás a tu padre y a tu madre”. Sí, pero ¿hasta dónde?
    El mandamiento “Honrarás a tu padre y a tu madre” es una enseñanza que recibimos de varias tradiciones religiosas y culturales, y tiene como objetivo fomentar el respeto, el amor y el cuidado hacia los padres, solo por serlo.

    Sin embargo, en algunas situaciones esta enseñanza puede producir distorsiones en la forma en la que amamos y nos relacionamos con nuestros padres, especialmente cuando se aplica de forma rígida e incondicional, y es independiente de la relación que tenemos con ellos o el trato que nos dieron.

    Voy a ser clara: honrar a los padres no significa tolerar el abuso emocional, físico o psicológico al que uno o ambos nos pudieron haber sometido. Esa es la excepción de esta regla que casi siempre en nuestra cultura se pasa por alto.

    ¿Por qué? Porque crecemos con la idea de que tenemos obligatoriamente que amar a papá y mamá por sobre todas las cosas, solo porque ellos son papá y mamá.

    Esto hace que muchas personas que han tenido padres tóxicos, se obliguen a sentir por ellos algo que no sienten o no les nace y lo repliquen en su adultez, en sus relaciones de pareja, amigos, jefe y otros.

    La experiencia de la infancia tiene tanta influencia en nuestras percepciones sobre el amor y las relaciones en la edad adulta, que si crecemos soportando el abuso en nuestras relaciones familiares solo porque debemos honrar a padre y madre, es posible que estemos más inclinadas a aceptar comportamientos similares en otras áreas de nuestra vida cuando seamos adultas.

    La culpa por no amar a nuestros padres

    Crecer creyendo que el amor es un mandamiento, puede crear una paradoja emocional porque en algunos casos esta “obligación moral” causa mucha culpa si no se ama tal como lo aprendimos.

    Amar así nos puede llevar a la desconexión de nuestras propias necesidades emocionales y a lo que realmente sentimos, lo que puede resultar en un desequilibrio emocional que afecta nuestra autoestima y salud mental. Primeros pasos: aceptación en vez de obligarnos a amar
    • Lo primero que debemos hacer es detectar y reconocer si tuvimos vínculos disfuncionales donde hubo irrespeto y maltrato por parte de nuestros padres.
    • Mirar de qué manera (seguramente) esta forma de vincularnos y amar afecta nuestra vida adulta: no ponemos límites, somos complacientes y aguantamos faltas de respeto, entre otros patrones y relaciones que se repiten.
    • Rompe con la creencia “Honrarás a tu padre y a tu madre” y busca ayuda para lograr los primeros dos puntos.

    ¿Cómo salir de este modelo tóxico que hemos normalizado?
    1. Recuerda que mereces ser tratada con dignidad y respeto por tus padres, desde el día de tu nacimiento. Defender este derecho, puede ser el primer paso para cambiar tus percepciones y patrones de comportamiento en las relaciones que tienes en este momento. Se trata de romper la cadena.
    2. Reconoce que el amor genuino y saludable no puede ser forzado ni impuesto por mandato. Esto implica un viaje hacia el autoconocimiento, la aceptación personal y la comprensión de que merecemos relaciones llenas de amor, respeto y apoyo, empezando por las que tenemos con nuestros papás.
    3. Aprende a amar desde un lugar auténtico. Esto implica conectarnos con nuestras propias emociones y necesidades, sin sentirnos obligadas ni culpables. Amar desde la autenticidad implica libertad de elección y una conexión emocional sincera, incluso, frente a nuestra familia.
    4. Aprende a poner límites. Si tu mamá no te hace bien y la relación que tienes con ella es tóxica, poner límites es distanciarte un poco de ella. Sé que no es fácil, pero por ejemplo, si te sientes obligada a ir a su casa todos los domingos porque se trata de tu madre, de la tradición o de que ella pueda sentirse mal por tu ausencia, no te incomodes tú para que ella se sienta bien; alterna cada domingo y distánciate de eso que te hace daño.
    5. Busca ayuda profesional terapéutica si es necesario.

    No importa la edad que tengas o el momento de tu vida en el que te encuentres, nunca es tarde para romper con este tipo de mandatos. Tenemos derecho a crear relaciones saludables en nuestra adultez y tenemos el derecho de tener una infancia feliz.

    Ser una adulta que rompe esa cadena y le da la vuelta al mandato, no implica pelearte con tus papás, abandonarlos o dejarles de hablar. Implica, más bien, poner una distancia sana, establecer límites, no tolerar el irrespeto, la invasión o la crítica constante.

    Nunca es tarde para reescribir tu historia y empezar a relacionarte con tus padres de forma saludable. Esto no implica salir corriendo a abrazar a tus papás a pesar de todo, sino tener paz en tu corazón con la historia que viviste con ellos y con la que se están contando ahora.

    Suelta esa historia, no aguantes más el mal que te pudieron haber hecho y protégete a ti misma de este tipo de relaciones.

    Recuerda que el amor verdadero debería ser libre y espontáneo, basado en la empatía, el respeto y la comprensión mutua.

    Aceptar que el amor no puede ser forzado nos libera para construir relaciones significativas y auténticas, donde podemos amar y ser amadas de manera genuina y sin restricciones impuestas.
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